Amianto en el mundo antiguo

El amianto se encuentra de forma natural en todos los continentes del mundo. Los arqueólogos descubrieron fibras de amianto En escombros que datan de la Edad de Piedra, hace unos 750.000 años. Se cree que ya en el año 4000 a. C., las fibras largas y similares a pelos del amianto se utilizaban para fabricar mechas en lámparas y velas.

Entre 2000 y 3000 a. C., los cuerpos embalsamados de los faraones egipcios se envolvían en tela de amianto Para proteger los cuerpos del deterioro. En Finlandia, las vasijas de barro que datan del año 2500 a. C. contenían fibras de amianto, que se cree que fortalecen las vasijas y las hacen resistentes al fuego. Alrededor del año 456 a. C., Heródoto, el historiador griego clásico, se refirió al uso de sudarios de amianto que envolvían a los muertos antes de arrojarlos a la pira funeraria para evitar que sus cenizas se mezclaran con las del propio fuego.

Otros creen que el origen de la palabra se remonta a un modismo latino, amiantus, que significa inmaculado o no contaminado, porque se dice que los antiguos romanos tejían fibras de amianto en un material parecido a una tela que luego se cosía para hacer manteles y servilletas. Supuestamente, estos paños se limpiaban arrojándolos al fuego abrasador, del que salían milagrosamente ilesos y esencialmente más blancos que cuando entraron en el fuego.

Aunque los griegos y los romanos explotaron las propiedades únicas del amianto, también documentaron sus efectos nocivos en quienes extraían este material sedoso de antiguas canteras de piedra. El geógrafo griego Estrabón observó una “enfermedad de los pulmones” en los esclavos que tejían telas con amianto. El historiador, naturalista y filósofo romano Plinio el Viejo escribió sobre la “enfermedad de los esclavos” y describió el uso de una membrana delgada de la vejiga de una cabra o cordero que usaban los mineros esclavos como un respirador primitivo en un intento de protegerlos de la inhalación de las dañinas fibras de amianto mientras trabajaban.

DATO BREVE:

Algunos estudiosos afirman que la palabra amianto proviene del antiguo término griego sasbestos, que significa inextinguible o inextinguible, una caracterización de la invencibilidad del material al calor intenso de los fogones utilizados por los griegos para cocinar y calentarse.

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